Una de las características de la música cubana es su coqueteo con el humor y el doble sentido.
Desde la décima cubana, el repentismo, el son y la guaracha hasta la más moderna timba, es fácil encontrar ese aire picaresco que nos caracteriza como hijas de esta isla: alegres, dicharacheros, desenfadados, dados a piropo y a broma y, quizás, un poco pícaros.
Ejemplo clásico de esta devoción cubana a la jarana es la música de Pedro Luis Ferrer.
Inicio y estudios de un hombre con buen humor
Pedro Luis Ferrer nació en Yaguajay, Sancti Spíritus, el 17 de septiembre de 1952. Su familia estaba llena de poetas populares, por lo que desde un inicio estuvo relacionado a la décima y a la música de la campiña cubana. Aunque se considera a sí mismo un autodidacta, estudió guitarra en la Escuela Nacional de Arte (ENA).
Antes de encontrar su propio camino, Pedro Luis Ferrer fue miembro de Los Nova, Los Francos y ya profesionalmente Los Dada. En 1981 decide crear su propio grupo, acercándose más a sus raíces y a los ritmos cubanos tradicionales. El propio Pedro Luis reconoce a Carlos Puebla y Silvio Rodríguez como fuentes de inspiración para su estilo personal.
Pedro Luis Ferrer: el son y la guaracha al servicio de su tiempo
Este autor saca los textos de sus canciones de la vida diaria y se proyecta según el momento. De él recordamos temas tan cantados y bailados como Al que le sirva el sayo, o La vaquita Pijirigua, de cuando en Cuba se hizo moda la inseminación artificial del ganado (se imaginan las implicaciones sexuales de la canción).
Otro himno con el que Pedro Luis Ferrer nos hizo reír pero también reflexionar fue su Como me gusta “hablal” español, que llamaba a capítulo a los cubanos con relación al abuso del argot popular en la década de los 80. De esta época son sus discos Debajo de mi voz y Espuma y Arena
Un hombre que canta lo que piensa
Los rigores de la década de los 90 trajeron serios problemas económicos y sociales al pueblo. Pedro, fiel al sentir del cubano, los reflejó en Ciento por ciento cubano, Marucha la Jinetera, Abuelo Paco, Él tiene delirio de amar varones, Amigo Palero o La Habana está poblada de consignas.
Su posición honesta le trajo problemas y censura por parte de las autoridades culturales del país, por lo que tuvo que presentarse mayormente en el extranjero, donde graba su álbum Ciento por ciento cubano (1994). Ferrer ve a la guaracha no como un género de carnaval que todo lo que busca es fiesta y humor, sino un ritmo que se transforma y enriquece en el tiempo, pues, en sus propias palabras: “el sentido del humor y la manera de divertirse los pueblos se transforman de manera constante”.
Cumple así el precepto martiano de que el humor debe ser un látigo con cascabeles, que entretiene pero señala lo malo y hace pensar. Sus discos más recientes son Pedro Luis Ferrer (1999), Rústico (2005), Natural (2006), Tangible (2011) y Final (2014), todos producidos por su propio estudio musical.
La picaresca criolla, el alto vuelo lírico de su música y su virtuosismo como guitarrista hacen de Pedro Luis Ferrer uno de los músicos cubanos cuya obra vale la pena conocer y disfrutar.
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