La contradanza fue uno de los géneros que, con el transcurso de los siglos, daría a la música cubana un estilo enteramente propio. El origen de la contradanza en la Isla es debatido, pues pudo haber sido introducido por la élite culta europea o por sectores provenientes de otras partes de América.
La verdad es que el estilo de tocarla en Cuba, a lo largo del siglo XIX, marcaría las raíces de una identidad musical alejada de todos los moldes gracias a Manuel Saumell Robredo.
Manuel Saumell fue el primer compositor que diversificará los elementos estilísticos dentro de este género, condición que lo hará ser considerado el padre de la Contradanza en Cuba.
Aunque su manera de escribir la música es totalmente clásica, en ella se pueden encontrar las primeras tendencias nacionalistas. Manuel Saumell es quien marcará el paso del clasicismo al romanticismo, abriendo la cantera de un estilo nacional que, a la vez, incorpora tendencias que dominaban en Europa.
Manuel Saumell, padre e hijo de la música cubana
La Habana de los 1810 fue la cuna de muchos importantes compositores, pianistas y profesores de música. Es en esta época que nace el 17 de julio de 1817 Manuel Saumell.
Proveniente de una familia humilde, tuvo que dar sus primeros pasos en la música de forma autodidacta, pero eso no le impidió comenzar a componer a los 15 o 16 años. Su vocación estuvo estimulada por el músico y maestro Louis Moreau Gotsacchalk, a quien conoció y admiró durante toda su vida.
A la los 22 años escribió una ópera inspirado en la novela Antonelli de Echevarría, pero lamentablemente no queda constancia documental de su incursión. Sí se conservan sus obras más importantes, como Los ojos de Pepa, Ayes del Alma, Luisiana y El Somatén, esta última con una fuerte carga política en rechazo a los sucesos de La Conspiración de la Escalera.
En sus años de estudiante fue alumno de Juan Federico Edelman y, posteriormente, de Maurice Pyke quien le enseñó instrumentación, contrapunto, armonía y fuga. Estos conocimientos fueron la esencia de la marca que dejaría Saumell en la música cubana. Así, el músico logró un perfecto equilibro entre la tradición clásica europea y su propia nacionalidad.
Siguiendo la estructura de la contradanza tradicional, el pianista cubano en vez de repetir los primeros ocho compases de cada parte marcó generalmente dieciséis compases completos para la segunda parte. Sin importar los orígenes clásicos de la primera sección, la segunda contiene la particularidad criolla.
El célebre compositor obtiene la cubanía no únicamente a través del uso de las figuras básicas de la música autóctona, sino también mediante la amplia variedad de las combinaciones rítmicas. Estos aportes trasformaron un género que había sido condenado exclusivamente a los salones de baile.
El reconocimiento que alcanzó en vida hizo que fuera nombrado presidente de la sección de música de la Filarmónica Santa Cecilia, en La Habana. Íntimo amigo de Ramón Pintó y del pianista español José Miró, los convocó para que fundaran juntos el Liceo Artístico Literario de La Habana.
Por desgracia, la muerte lo alcanzó a los 53 años, el 14 de agosto de 1870, estando casado con Concepción Amegui, dejando tres hijos y grandes ideas sobre la música cubana.
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