Federico Alejo Arístides Soto, más conocido en el ámbito musical como Tata Güines, fue un verdadero virtuoso de la percusión cubana que sentó cátedra y estilo.
De extracción humilde, Tata se nutrió de la forma de tocar de los viejos tamboreros del guaguancó, la columbia, la jiribilla, los chekeré, los batá y el tambor criollo de bembé y llevó la percusión primero al refinamiento de un arte, y luego a nivel internacional.
El nacimiento de un mito
Federico Alejo Arístides Soto nació en el municipio de Güines, provincia de La Habana, el 30 de junio de 1930. Desde pequeño se evidenció su amor por la música, aprendiendo de los percusionistas populares del barrio de Leguina, que combinó con estudios de contrabajo.
Amante de la rumba y el son, a la edad de ocho años formó parte del sexteto Partagás y tocó el contrabajo en el conjunto Ases del Ritmo. A los doce años fundó la orquesta Estrellas Nacientes. Su carrera musical tuvo que intercalarse con muchos otros trabajos eventuales para poder subsistir: limpiabotas, vendedor de periódicos y limpiador de parabrisas; nunca abandonó su pasión por la música.
En 1948 se trasladó a la capital, y tocó en diversos grupos del momento. Entre las figuras conque Tata compartió escenario están José Antonio Díaz, Celina y Reutilio, y Ramón Veloz, Chano Pozo, Arturo O’Farrill (Chico), Frank Emilio, Guillermo Barreto, Gustavo Tamayo y muchos otros.
Su verdadero éxito lo alcanzó en 1952 junto a la charanga de Fajardo y sus Estrellas. Es aquí donde Tata instaura su estilo único de tocar la tumbadora, con las manos junto al parche y sin efectismos. Junto a esta banda realiza varias giras internacionales a Venezuela y a Nueva York, donde tocó junto a figuras como Benny Moré, Josephine Baker, Frank Sinatra, Dizzy Gillespie, Ferguson y Chico Hamilton.
Tata Güines regresó a Cuba en 1959, junto al Quinteto Instrumental de Música Moderna. En años posteriores tocó junto a Chori, Changuito, Los Papines y Pello el Afrokán, la Orquesta Sinfónica Nacional. Su maestría y talento con los tambores le valió un espacio destacado en todo espectáculo, culto o popular.
Tata Güines, el tamborero mayor
Durante la década del noventa, Tata Güines fue invitado a colaborar como percusionista principal en un notable número de discos de notables artistas como Orlando Valle (Fórmula Uno, 1995), José María Vitier (Habana Secreta, 1997), Alfredo Rodríguez (Cuba Linda, 1998), Jesús Alemañy (Malembe, 1998) y Jane Bunnet (Chamalongo, 1998). En 1998 lanza además su propia producción: Aniversario.
El nuevo milenio trae para el Tata Güines un sinnúmero de presentaciones internacionales y colaboraciones discográficas, cortadas abruptamente por su fallecimiento el 4 de febrero del 2008.
Tata Güines dejó como legado su técnica impecable de tocar pegado al parche, sin perder velocidad y manteniendo un tocar limpio, fuerte y estable. De él dijo el maestro Leo Brouwer:
“Hay un elemento que no se ha valorado suficientemente, que Tata, con las uñas, yemas, dedos y manos construye una orquesta de timbre que sobrepasa el papel esquemático de la percusión y el ritmo”.
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