La música cubana, al igual que toda nuestra cultura, está integrada por elementos europeos y africanos, pero la canción campesina se apoya en sus antecedentes hispanos.
La décima espinela, Lope de Vega y Calderón de la Barca fueron el punto de partida de lo que más tarde identificaría los cantos rurales. Con la mirada puesta en la Madre Patria, nuestra música campesina se fue armando del zapateo, baile andaluz, y de un canto melodioso, penetrante y nostálgico que terminarían dando forma al punto guajiro.
La estrofa: vida de la canción campesina
El punto guajiro, representación máxima de la música campesina cubana, tiene en la décima su forma regular. Su formato se encuentra ya en algunos fragmentos de Espejo de Paciencia, primera obra literaria cubana, escrita en 1608. Pero habrá que esperar hasta el siglo XVIII para que la décima sea sentida y usada como una forma métrica estrictamente cubana, como una estrofa de ritmo pegadizo que puede invitar tanto a bailar como a llorar a un auditorio.
La cadencia y regularidad de estos versos fueron un factor determinante en la transmisión oral de muchas de las canciones que hoy integran el reportorio del punto guajiro. Otras estructuras métricas empleadas en el género son la copla y la cuarteta. Al igual que la décima, ambas son descendientes de la tradición hispánica y contienen una gran musicalidad.
Música ¿y también baile?
El zapateo, por su parte, no ha sido abandonado del todo pues en el punto guajiro, música y baile forman un todo indistinguible. De este baile se dice que era «una danza de muchos requisitos, cuyo escenario fundamental eran las casas campesinas».
Tan hondo caló el zapateo como acompañamiento del punto guajiro, que a principios de 1836 Esteban Pichardo define al género musical en su diccionario de voces cubanas como «Llanto o Ay-el-ay, canción vulgar campesina que usa el zapateo como complemento de la parte entonada».
Impronta del punto guajiro
Los intérpretes de esta música pueden ser de uno u otro sexo, se puede cantar a dúo, entonar alguna antiguas canción tradicional u optar por la improvisación libre. Un gran hito dentro del punto guajiro lo constituyen Celina González y Reutilio Domínguez, quienes lograron romper la barrera entre música campesina y música Afrocubana.
Su «A Santa Bárbara», más conocido como «Que viva Changó», es casi un himno del pueblo en el más típico estilo de nuestros campos. Aunque Celina fue siempre la figura principal, los críticos reconocen en Reutilio una desarrollada técnica como instrumentista, que le permitían tocar la guitarra como prima y bordonear al mismo tiempo.
Sin embargo, la trascendencia de este género no solo radica en lo especial de su forma métrica, sino que lo distingue su origen y uso popular. Se emplea lo mismo para hacer llevadero el trabajo, honrar a un difunto en un funeral, para adorar el altar de una divinidad, para dormir a un niño o para alegrar una fiesta.
A pesar de la amplitud de manifestaciones artísticas de la música cubana, el punto guajiro no ha pasado de moda. Programas de radio y televisión se hacen cargo de su perpetuación y jóvenes voces se empeñan en actualizar el género.
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