La creación musical cubana ha contado con grandes maestros en cada una de sus aristas. Dentro de la composición para orquesta y el manejo de guitarra destaca Sergio Vitier, músico e intelectual. El reciente fallecimiento de esta notable figura representa una gran pérdida para la cultura nacional.
Sergio Vitier nace el 18 de enero de 1948 en La Habana. Primogénito de dos de las más ilustres figuras literarias de la cultura nacional, Fina García Marruz y Cintio Vitier, no sorprendió cuando el pequeño demostró a temprana edad una afición por la música.
Sus primeros años se desarrollaron entre su casa en la capitalina Víbora y la finca El Empalme, donde aprendió a montar caballo, pasión que mantendría toda su vida. El paso de la filarmónica, con la que sacó sus primeras notas, a la tumbadora se dio gracias a la influencia de un vecino rumbero que le despertó el interés por el instrumento.
Su primer grupo, con apenas 13 años, Los chicos del Jazz estaba conformado por Amadito Valdés y Rembert Egües. En esta época comenzó sus estudios de guitarra y a los 15 años ofreció un concierto en la actual Casa de la Cultura de Plaza. Aquí conoció a Elías Barreiro quien le recomendó un estudio más serio del instrumento.
Isaac Nicola, al que se acerca en el Amadeo Roldán, le enseñaría las principales técnicas y el hábito de estudio que mantendría durante toda su vida.
Su inclusión en el escenario y la cultura cubana
La dinámica familiar en la que se desarrolló Sergio Vitier, le permitió codearse con las figuras más destacadas de la cultura nacional. Samuel Feijoo, Lezama Lima y Eliseo Diego son solo algunos de los principales nombres que integran esta lista. Tales relaciones resultaron de vital importancia para el desarrollo de un valioso pensamiento intelectual y la conformación de una marcada personalidad que sobresaldría en cada una de sus piezas musicales.
El entrenamiento con su tío materno Felipe Dulzaides, reconocido pianista y jazzista, no solo lo preparó en el manejo del instrumento sino que le abrió las puertas a valiosas oportunidades. Durante una presentación con Dulzaides, Manuel Duchesne y Armando Romeu le pidieron que se uniera a la Orquesta de Música Moderna.
Considerada una de las mejores bandas de jazz del mundo en la época, la agrupación contaba con Chucho Valdés en el piano y Arturo Sandoval en la trompeta. Su periplo musical lo llevó a compartir escenario con Miriam Acevedo en El Gato Tuerto, así como a formar parte de la Canción Protesta en 1967. Ya en 1968 se gradúa de sus estudios de guitarra en el Conservatorio Amadeo Roldán y comienza a dar conciertos en solitario.
El cine en la obra de Sergio Vitier
En 1969 Sergio Vitier pasa a formar parte del reconocido Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Aquí estaría bajo la tutela de Leo Brouwer a quien reconocería como el gran maestro y quien lo introduce en la composición para cine y orquesta. En su participación en el cine se encuentran filmes como La tierra y el cielo de Manuel Octavio Gómez, De cierta Manera de Sara Gómez, Capablanca de Manuel Herrera, El brigadista de Octavio Cortázar, Caravana de Rogelio París, Che de Miguel Torres, Quiéreme y verás de Daniel Díaz Torres y Roble de olor de Rigoberto López.
Uno de sus más reconocidos trabajos fue la banda sonora de En silencio ha tenido que ser, en la que compartió con su hermano José María Vitier, figura igualmente reconocida en el panorama musical cubano. Los hermanos compartieron, además, en el ballet Ad Libitum en 1978, con las figuras de Antonio Gades y Alicia Alonso. Su gran talento lo llevó a merecer el Premio Nacional de Música en 2014 junto a Leonardo Acosta.
En diversas ocasiones fue reconocido por sus producciones musicales: premio EGREM en 1997 por su disco Homenaje, el Cubadisco 2000 por Travesía y el Gran Premio Cubadisco 2001 por Nuestra Canción.
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